Lamernos con palabras
Un día le pondré música a todo esto y tendrás tu jodida canción.
martes, 27 de enero de 2015
Por el final
A algunas noches las tuve que llamar heridas y lamernos con palabras no nos era suficiente. Al final no hubo más que un final; valga la redundancia. Fue de los más corrientes, de los que ya han sido escritos por algún idiota, de los de “estaré aquí cuando lo necesites”, “ésta es tu casa y no voy a cambiar”; de los de “puedes llamarme siempre que quieras”, de los que implícitamente llevan un “no te quiero pensar”. Al principio te juro que me dolía hasta la planta de los pies de pisar cristales, de romper botellas, de emborracharme -siempre he sido de empezar a contar las cosas por el final-. Llegué incluso a no reconocerme en algún baño, a llamar a los desconocidos por tu nombre y a llorar tu sustantivo en cualquier verso. Me mordí las ganas un par de veces, aferrada al volante, de mudarme a donde no me preguntasen por ti, a tratar de poner tierra de por medio, a volcarme y vaciarte por el suelo. En ese momento sí que me hubiese venido bien el Poniente. Tardé varias madrugadas en dormir y fumé más de la cuenta por volver a hacerlo del tirón. Tú, de verme así, hubieses dicho que las cosas no estaban tan mal y, casi seguro, yo habría abierto otra botella de vino para celebrar la derrota de ambos, con la que quedarnos a beber otro rato. Un final no es más que un principio triste, mal contado por quien se queda sentado en la butaca hasta los créditos, como esperando un aplauso que no llega. El mejor final son la últimas notas de la peor versión de tu canción favorita.
martes, 2 de diciembre de 2014
Declaración de desamor.
Hablando de finales, me despido.
Parece que hasta que no lo dejo escrito,
no termino de creerme,
y así con todo lo que te he hecho:
Te he querido y no es nuevo,
pero cómo vas a echarlo de menos
después de esto.
He soportado tus últimas doscientas veintitrés faltas de
tacto,
que no te hablo de tocar donde otras quieren.
He pasado frío durmiendo contigo
y te he cedido el calor que te hacía falta.
-eso sí que no tienes ni idea de lo que es-
He resumido tus negativas con que era yo el problema,
he hecho las maletas en tu contra,
me he arrancado por mareas en tus ojos
y te he sacado varias veces la sonrisa.
Te he cogido de la mano y me has partido,
has tirado por el
suelo mis esquemas,
me has mimado como si fuese una niña,
te has bebido algún domingo mis problemas.
Me he querido siendo más si era contigo,
te he leído como si fueses novela,
me has llamado cuando te he necesitado
y he contado con los dedos las esperas.
Hemos ido de paseo por la playa,
Te inventaste mil palabras en mi nombre
me acostaste cuando te lo pidió el vino,
y jamás te comparé con otros hombres.
Yo te daba algo de suerte en las partidas,
me contabas cómo sería mañana,
aliviabas mi necesidad de sexo
y ahora sabes que no duermo con pijama.
Me he perdido de tus dudas para abajo,
te he besado de rodillas para arriba,
he desecho las dos camas de tu cuarto
y he besado con soltura tus manías.
Te has burlado de mi falta de memoria,
he corrido por los dos sin llevar prisa,
le he hablado de mis vicios a tus piernas
y has saciado tú la sed entre las mías.
Te diría que no es cierto lo que siento,
que sentí sentirte dentro cuando no eras,
tú sabías con cerveza lo que había,
yo buscaba que al final te dieses cuenta.
Me cogiste por la borda el primer día,
de lunar en adelante es lo que queda,
te he querido como dudo que te duelan,
ahora tengo que apartarte de las vías.
Y que sí, que dos no se olvidan si uno no quiere,
pero que el tamaño importa si a uno le duele.
Aún no sé cómo voy a perdonármelo.
martes, 25 de noviembre de 2014
Mujeres, con g.
Hay quienes no saben si invierno, o llorar.
Hablo de ella con la certeza de
que volveremos a estar juntos. No es arrogancia, es salir a apostar. Porque podríamos
cruzarnos de improvisto y, casi seguro, se haría la sorprendida, como si no
supiese de sobra que llevo un rato mirándola. Podríamos planearlo, pero
entonces, se haría aún más dura la espera; y la espera es la parte más puta de la
esperanza. Podríamos hacernos entrar en razón sólo usando la boca y me bebería
sus besos. Podría ahora explicaros lo bien que lo hace, pero no quiero. Joder,
podría dejar de aparecerse su imagen en todos los bares, o tal vez yo debería
abandonar mi intento de acurrucarme en cualquiera que pretenda parecerse a ella
después del quinto ron. Cómo odio compararla tras seis copas. También podría
deciros que en este punto me falta una y me tiemblan las piernas para tomar el
próximo desvío. Debería apagar el ordenador, dejar esto a medias y correr por y
para ella. Y también con ella. Porque todo, al fin y al cabo, desemboca en el túnel
que une sus piernas. Que hablo de ella como la mujer más océana, más triángula,
más imántica (a ella le gusta cuando me pongo así de idiota). Es tibia y
frágil, dócil y fiera. A veces me da vergüenza decírselo, pero quién coño no
iba a querer volver a verla y desgastarse la vida haciéndolo lento. No sé si me
explico, habría que dejarse la vida en Granada.
domingo, 16 de noviembre de 2014
Por eso y por muchas más cosas
Al sol duele menos
cualquier mañana de
noviembre.
a la altura de las circunstancias
cuando le apriete el cansancio
y yo aún no quiera irme a dormir.
Que me resulta difícil imaginarle
vacío de tanto sexo
cuando sólo son las seis.
Que a lo mejor no sabrá
qué cara poner cuando me abrace
a su entrepierna por debajo de la mesa
y debamos mantener la compostura
ante el resto.
Que quizás tiemble
ante una mezcla de escorpiones
y cometas al hacer la maleta
para dejarnos
en cualquier estación.
Que tal vez no va a saber qué contestar
cuando le diga que qué le parece
esto que escribo, o en el peor de los casos,
que lo mismo no me entiende
cuando me eche a llorar tras un poema.
Que a lo mejor es de los que mantiene
la mirada fija, retirada del escenario,
porque lucha por contener las lágrimas
cuando sabe que estoy hablando de él.
Que quizás tampoco conoce Lisboa,
o probablemente no le guste la comida tailandesa,
o no sepa bailar salsa.
Que lo mismo le da a él más miedo que a mí
la falta de equilibrio, lo de mis tobillos
y andar cogidos de la mano.
Que tal vez preferiría a alguien
que no cayese en domingo,
pero es que yo ya no tengo remedio.
Que a lo mejor no conoce de memoria
el camino de vuelta a un abrazo,
o uno de Salinas, o el mapa de la vida;
pero besa mis delirios,
se acurruca junto a mí cuando hace frío,
me borra los esquemas
y se queda a verme bailar
hasta que se corre el telón.
Por eso y por muchas más cosas.
lunes, 29 de septiembre de 2014
Tú, tú, ¿quién soy?
Hay vidas que se me cruzan
y besos que se atragantan
en cualquier lugar
del mundo.
Me conozco tanto
que a veces me olvido.
Otras, no me
reconozco,
y esas,
esas son las mejores.
Porque tú sonríes
con la misma boca
que me
trae
a lo que soy.
Y yo entro en el juego,
y me busco.
Bajo la vista
y me devuelves
tus ojos de
boca,
es decir,
llenos de sexo.
Que me alientan
como si fuesen boca.
Que me saben
como
si fuesen,
boca.
Que me sirven de espejo,
como el fondo
de tu boca
donde tú me buscas
a mí.
Y me traes contigo.
Y así,
te abres camino
a las heridas del pecho
(que son las más difíciles)
por el camino más
fácil.
Pero todavía,
algunas veces,
no me reconozco
y te sujeto fuerte
para no caerme,
o al revés.
Y me devuelves la caída,
aunque ambos estamos
ya en el suelo.
Y me
sujetas para caernos
y que nos duela el placer.
Porque me miras
con esos ojos de
boca que
coge aire,
con esa lengua de mar,
con esos dientes de prisa.
Me muerdes
como
si fueses boca,
como me besas,
como me bebes.
Cómo me tocas
(exclamación a esto último).
Me sabes
a lo que
sabe tu boca
después de enseñarme
lo que soy.
Por el lujo
de encontrarme
y mostrármelo.
Y
sonríes,
como cuando se me olvido.
Como sé mi olvido
y recuérdame qué somos.
Que somos.
Y entiende que por eso,
porque me conozco demasiado,
a veces tengo que olvidarme.
Anda, vente y recuérdame quién soy.
sábado, 20 de septiembre de 2014
Octubre se va a traer sin instrucciones para llevarte
Anda, tráete ya,
que te voy a soltar
un par de rosas
(rojas, claro).
No te lo tomes a mar
si esperas que no escueza
cuando te
hablen de mí.
En defensa propia
me estoy dejando querer,
que ya es bastante.
No
esperes que te desespere
no ahora,
después de abrirme
la salida de emergencia
que da a los restos (coge aire)
de tu vida.
Que me voy
por la puerta grande,
alejándome
de los
estúpidos cánones de belleza
que rigen tu teoría (coge aire por los dos)
del derrumbamiento.
Esto no es un
adiós,
es sólo hasta que el olvido se olvide.
De recordarnos.
Que por qué nosotros
y no el
resto.
Que no es justo utilizar
el mismo verbo para huir
que para pedirle a
alguien
que se quede.
Te dejo de nostalgias,
de historias,
e incluso, de llamarte,
lo prometo.
Me dejo de cuentos,
de heridas,
de poemas a tu manera de hacerlo
todo
con más amor del que te crees que lo hacías.
Que te vayas,
que te vayas
bien,
cerrando mi espalda a tu paso
con un nudo que sólo tú
sabrías volver a
deshacer,
y que lo olvides (por pavor).
Que me vaya,
que me vaya bien
a tu paso por
cualquier otra (aguanta, que sigo)
maldita espalda
que me recuerde
que una vez fuimos,
sin querer,
todo lo que al mundo
le sigue dando miedo ser.
(Aunque a ti tambíén te diese, valiente).
sábado, 16 de agosto de 2014
Te espaldo.
Te echo de menos
con las dos manos.
Pero también te espaldo,
también,
te ombligo.
Hoy me han preguntado
que si no me sentía desnuda.
Supongo
que se referían a ti.
Torpemente, he asentido con los ojos
del que no puede
mirar más allá
que a una pared empapelada de recuerdos.
He vuelto a fingir
por
complacer a los que dicen
que siempre estoy sonriendo.
(y tú también lo creías)
A veces me siento demasiado estúpida
tratando de levantar a quienes creen estar pisando cristales,
sin darse cuenta
de que los llevan todos
en sus propias manos.
Ellos sí que no saben lo que es
perderte
por tercera vez en una vida.
Y ni mucho menos se imaginan
lo que es
encontrarse con tus cosas
en mitad del camino.
Me limité al silencio
por no dar
explicaciones de la nostalgia
a los que creen tener respuesta para todo.
Hace
un par de lágrimas
que empecé a deshacer la maleta,
de vaciarme,
de ti,
por
dentro.
Hace un par de cosas que recuerdo que,
hasta rompiéndome tú,
te saqué a
bailar mientras cantaba
aquella canción para quitarte el miedo.
“Bailemos,
porque no hacen falta palabras de más.
Bailemos,
lejos de la gente quisiera volar.
Prefiero que dure un segundo mi noche a tu
lado
a tener que vivir en un mundo prestado,
sin tardes, sin luna y tan lejos
de ti.”
Coti.
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